sábado, 23 de junio de 2012

SCHOPENHAUER: PRIMER CRÍTICO DE LA MODERNIDAD



INTRODUCCION
          Para empezar, he de adelantarles que mi ponencia no pretende ser una demostración de erudición filosófica, mucho menos un retrato depurado de este insigne filósofo, sólo pretendo compartir con ustedes algunos rasgos de su concepción filosófica.
          Schopenhauer es un filósofo increíblemente particular. Un filósofo multidimensional, y mi esfuerzo consistió precisamente, desde mi punto de  vista, en enfocar algunas dimensiones de su filosofía. A cada uno de mis enfoques, para evitar en lo posible que sea una disertación confusa, le he antepuesto un título.
           
CONTEXTO FILOSÓFICO
          Podemos reconocer en Schopenhauer, al primer filósofo vitalista y al primer filósofo irracionalista. Es el iniciador de la crítica de la modernidad. Schopenhauer es moderno y contemporáneo a la vez. Moderno en el sentido en que, como todos los modernos, emprende la búsqueda incesante de una verdad objetiva: los que se ocupan en filosofía ―dice― no persiguen otra cosa que la verdad. Y asume además, un fundamento último de la realidad. El fundamento que él asume lo llama voluntad de vivir en los seres vivos y en la naturaleza en general dicha voluntad según él, se manifiesta como una fuerza ciega que lo afecta todo. Que no está limitada por el espacio-tiempo. Que es la cosa en sí. Lo único real en sentido estricto. Dice que es esta fuerza ciega que determina la materia y el mundo de las cosas fenoménicas.
Citamos literalmente lo que afirma nuestro filósofo a este respecto:
 «El mundo como cosa en sí, es una gigantesca voluntad que no sabe lo que quiere, pues no sabe sino que quiere, dado que es voluntad y nada más, que voluntad.»
 En esto, precisamente, radica su irracionalismo e incluso, su subjetivismo.
 El contexto en que desarrollaba su actividad filosófica Schopenhauer, todos los filósofos que sobresalían eran racionalistas ―con excepción quizá, sólo del danés Kierkegaard, quien sienta las bases de la filosofía existencial y que es al igual que Schopenhauer, enemigo acérrimo de Hegel, el más prominente del racionalismo moderno. Ambos rechazaron con vehemencia su famoso principio  que reza: «Lo que es real es racional y lo que es racional es real.»
Pero es justo también, que reconozcamos en Schopenhauer al primer crítico de la modernidad como visión general del mundo. Dice que: «El querer está por encima de la razón, que el hombre está manejado por sus apetitos, porque es principalmente voluntad de vivir.»
                    No podemos pasar desapercibidos tampoco que, Schopenhauer es contemporáneo del romanticismo. En su concepción general del mundo y de la vida, se percibe su parentesco con este movimiento literario. Los románticos también, al igual que él y Kierkegaard reaccionaron negativamente frente al idealismo trascendental de Hegel: «¡viva el arte, viva el sentimiento!», era en parte la proclama romántica.
 Pero además, Schopenhauer estableció una relación amistosa con Goethe, figura cumbre del romanticismo alemán, pero ésta fue fugaz. Después que éste lo felicitara por su tesis doctoral. —La cuádruple raíz del principio de razón suficiente— «Leí tu tesis –le dijo-. Debo reconocer que he quedado impresionado por la inteligencia que posees a pesar de tu juventud.»
 Schopenhauer creyó que encontraría en el coloso de la literatura universal a un amigo incondicional. Entusiasmado, pensando en que tendría una respuesta similar a la anterior, en cuanto dio por terminada su teoría sobre «La visión y los colores.» Le envió el manuscrito, pero el joven filósofo, sufrió una desilusión cuando Goethe, en una actitud clásica de viejo consagrado, le regresó su manuscrito, sin ni siquiera agregarle una nota.
Por lo demás, él había conocido al gran poeta, en unas tertulias literarias, que se realizaban en una especie de cafetín literario que había establecido su madre en la ciudad de Weimar. Ciudad que era considerada por ese entonces, el centro cultural de Europa y donde se había ido a vivir con su madre, después que murió su padre, pues allí acudían las grandes figuras filosóficas, literarias y artísticas del momento, que residían en tal ciudad. En ese tiempo, él contaba con apenas veintiséis años de edad. El caso es que, tal desaire, puso fin a esa amistad pasajera.
Tiempo después, el gran músico Richard Wagner expresaría que la doctrina de Schopenhauer fue un regalo del cielo para él. Y a pesar de que Schopenhauer le dijo a Wagner en cierta ocasión, que dejara de hacer música y se dedicara a la poesía, este siguió admirando su filosofía hasta el fin de su vida.

              RELATIVIDAD DEL MUNDO COMO REPRESENTACIÓN
          «El mundo es mi representación». Así empieza Schopenhauer, la primera parte de «El mundo como voluntad y representación Con esto quiere significar que el mundo, tal como lo vemos, es una creación de nuestra mente, que las cosas que vemos, las que tocamos, son en realidad representaciones en nuestra cabeza, o sea que, el ser de las cosas depende de quién las perciba.
          Esta relatividad de las cosas es un aspecto esencial en el mundo como representación. No es posible pensar un mundo de representaciones sin sujetos que perciban las cosas que lo constituyen. En un mundo tal, se vuelve indispensable la existencia de seres capaces de representación. Las cosas no existen en tanto no son percibidas por un sujeto. Las cosas por lo contrario, presuponen al sujeto. Dice Schopenhauer:
          …«toda causalidad sólo existe en el entendimiento y por el pensamiento; por tanto, aquel mundo completamente real, es decir, activo, está siempre como tal condicionado por el entendimiento y sin él no es nada. Pero no sólo por esto, sino porque ningún objeto se puede pensar sin sujeto sin caer en contradicción, debemos negar al dogmático que declara o interpreta la realidad del mundo exterior como independiente del sujeto, que tal realidad pueda existir. El gran universo de los objetos es siempre representación, y precisamente por esto está condicionado perpetuamente por el sujeto.
          Todo lo que constituye parte del mundo, tiene forzosamente por condición un sujeto, y no existe más que por el sujeto»
Esta visión schopenhaueriana de que las cosas no existen si no hay un sujeto que las perciba, es un aspecto predominante entre los filósofos contemporáneos. Por esto afirmamos al inicio que, Schopenhauer, además de moderno, es también contemporáneo. La diferencia estriba en que, los filósofos contemporáneos afirman que no hay más mundo que éste. Que el único mundo real es el mundo fenoménico y que debido a su relatividad, es un mundo de versiones múltiples. En cambio, para Schopenhauer, además del mundo fenoménico —igual que piensa Kant— cree que hay un mundo real y verdadero, independiente del sujeto, el mundo de las cosas en sí mismas para Kant, en tanto que para Schopenhauer, el mundo real y verdadero es una fuerza ciega, instintiva —voluntad— que está detrás de cada cosa que vemos. Una fuerza ciega que todo lo invade. Y que el mundo como representación es determinado por esta fuerza ciega.

Hablaremos más de este elemento metafísico de la filosofía de nuestro filósofo, cuando abordemos el aspecto subjetivista de «El mundo como voluntad

IRRACIONALISMO Y VITALISMO
           La visión schopenhaueriana del mundo, podemos calificarla, además de vitalista, de irracionalista: «la esencia del mundo es voluntad» —dice—. Fácilmente, a través de todo el libro de «El mundo como voluntad», percibimos una abundancia de conceptos irracionalistas. Creemos que en los siguientes fragmentos de este libro, está sintetizada toda la irracionalidad que radica en el mundo metafísico de Schopenhauer.
Primer fragmento:
          «La irracionalidad de la voluntad se ha reconocido también en su manifestación más elevada, es decir, como voluntad del hombre al decir que ésta es libre, independiente. Pero se ha olvidado la necesidad a que los fenómenos de la voluntad están siempre sujetos, y se han considerado libres los actos del hombre, no siéndolo en realidad, pues cada una de sus resoluciones se sigue necesariamente de su propio carácter bajo el influjo de los motivos.»
          Segundo fragmento:
«…vemos que la voluntad en el último escalón se manifiesta como un esfuerzo ciego, como un impulso oscuro y vago, desprovisto de todo conocimiento. Esta es la forma más sencilla y débil de su objetivación. En todo el mundo inorgánico la vemos aparecer también en esa misma forma de impulso ciego y de tendencia inconsciente».
          Creemos además, que el irracionalismo de Schopenhauer es de carácter humanista, pues no encontramos en su concepción filosófica ninguna entidad que haya sido ubicada por encima del hombre, es este el único ser capaz de conocer y el único con capacidad de representación.
          Creemos también, que en ningún filósofo se manifiesta la fuerza vital más intensa que en Schopenhauer. Se percibe en sus verbalizaciones, un sufrimiento que caracteriza a las conciencias más desarrolladas, dice que: «vivir es sufrir. Que la esencia de la vida es dolor». Pero sin embargo, cree que:
          «Cada uno de nosotros defiende su vida como si fuera un precioso depósito y se consume entre los cuidados y tormentos que cuesta el conservarla. Ignora el porqué y el para qué. No conoce la recompensa; admite a ojos cerrados y bajo palabra, que el premio tiene un gran valor, pero ignora en qué consiste.»
          Vitalistas son todas aquellas posturas filosóficas que valoran la vida por encima de cualquier otra cosa y se definen a estas filosofías como filosofías de la vida.
          La valoración que hace de la vida Schopenhauer, a pesar de su carga pesimista, lo convierte en un filósofo de la vida. No encontramos nada en su filosofía, que sea valorado por encima de la vida.
Thomas Mann, novelista del siglo xx, y con fuertes afinidades con él, define su filosofía de la siguiente manera:
 «La de Schopenhauer es una concepción artística del mundo: participa el hombre entero, con su cabeza, su corazón y sus sentidos. Es una imagen concebida con pasión, una imagen vivida y sufrida con la totalidad del ser humano que lleva, misteriosamente, el cuño de lo bello.» Y más adelante agrega:
 «Más que una filosofía, la de Schopenhauer es una novela del espíritu: lleno de tensiones, su relato filosófico oscila entre contrastes violentos, entre el instinto y el espíritu; entre la pasión y la redención.» Schopenhauer para principiantes, pag. 118.﴿
No sería justo si no reconocemos también en Schopenhauer, al precursor de las corrientes contemporáneas. Fue él quien preparó el camino para el advenimiento del profeta de la filosofía contemporánea. Fue un discípulo suyo. Nietzsche, con la fuerza avasalladora que caracteriza su filosofía, quien enterró de una vez por siempre las ideas más pretenciosas del racionalismo moderno.
          Nietzsche, en su primera etapa, que es una etapa metafísica, estuvo influenciado intensamente por la doctrina schopenhaueriana, en esta época, Nietzsche aún creía en una verdad objetiva, una verdad que estaba fuera de él y que era preciso buscarla sin descanso y que esta búsqueda, no debía ser por ningún motivo negociable. Y se refiere en «De Schopenhauer como educador.» —un ensayo dedicado al maestro— a los filósofos que aceptan cargos en el estado, en los siguientes términos.
          «Así pues, quien acepta ser filósofo por cuenta del Estado, también tendrá que aceptar que éste lo considere a él como alguien que ha renunciado a perseguir la verdad hasta el último de los recovecos. Por lo menos, mientras lo favorezcan y ocupe su cargo, tendrá que reconocer que existe algo por encima de la verdad: el Estado.»
          Pero Nietzsche experimenta un cambio en su postura filosófica, abandona la idea de que haya una verdad objetiva, la cual era preciso buscarla allí afuera. Esto implicaba el abandono también de toda noción metafísica en sentido fuerte y tal actitud trajo como resultado la ruptura de un modo violento con las ideas inculcadas por su amado maestro —a través de «El mundo como voluntad y representación»— e inicia la guerra generalizada contra la modernidad. No quedan sobrevivientes ante la furia de su pensamiento. La ética de su maestro es tan peligrosa como el optimismo científico. La decadencia y el nihilismo de Schopenhauer y Wagner deben ser atacados sin clemencia. Con el martillo en mano. Y alza su voz para decir:
          «Me di cuenta de que el retorno al origen es parte de la enfermedad. ¡Postular una unidad es una debilidad! Si sigo la pista de los grandes valores y demuestro que es azaroso y hasta ridículo, muestro que son banales, y que no hay verdad en ellos…»
          En cuanto a la verdad, dice Nietzsche, ya liberado del todo de los esquemas metafísicos:
          «Es una hueste de metáforas en movimientos, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal».

SUBJETIVIDAD EN EL MUNDO COMO VOLUNTAD
           Schopenhauer, coincide con sus contemporáneos al creer que el misterio del mundo es inmanente. Lo esencial está en el mundo mismo, en su interior, y no como postula la tradición, fuera de él, trascendiéndolo. O sea que, en este sentido Schopenhauer es subjetivista, en el mismo sentido que lo son sus contemporáneos.
 Pero a diferencia de los racionalistas que creían que el misterio del mundo podía ser descifrado con y sólo con la ayuda de la razón, él cree que bastaría con mirar dentro de nosotros. Es decir, que, si podemos llegar a lo más íntimo de nosotros mismos, estaríamos conociendo la esencia de las cosas.
  Schopenhauer afirma por otra parte, que de todas las cosas que lo rodean excepto su cuerpo, sólo conoce un aspecto: el de la representación.  Que su esencia interior es un misterio para él.
 Los racionalistas y los empiristas modernos, heredaron de la tradición, la noción de que el mundo era como era porque no podía ser de otra manera, y que podía ser conocido por la razón, según los racionalistas o por la percepción sensorial, según los empiristas.
Schopenhauer dice por su parte: si el mundo es como es, es porque la voluntad es como es. Lo quiere así, porque ella también es como es, y que lo eterno e indestructible en el hombre, lo que forma en él el principio de vida, no es el alma, sino que es el radical del alma: la voluntad, y que esta voluntad es la esencia en sí, que se manifiesta primeramente en la representación como un cuerpo orgánico y que sólo en la representación se le da a cada uno el cuerpo como algo extenso, articulado, orgánico, no fuera ni inmediatamente en la propia conciencia y que las acciones del cuerpo no son más que los actos de la voluntad.
 Dice también que la verdadera metafísica nos enseña que eso mismo físico no es más que producto o más bien manifestación de algo espiritual —la voluntad— y que la materia misma está condicionada por la representación, en la cual tan sólo existe.
          Transcribimos literalmente el siguiente párrafo de, «Sobre la voluntad y la naturaleza», versión digital:
          «Albedrío se llama la voluntad cuando la alumbra el intelecto, siendo por lo tanto, las causas que le mueven a motivos, es decir, representaciones, lo cual, expresado objetivamente, quiere decir que la influencia del exterior, que es lo que ocasiona el acto, se mediatiza por un cerebro. Cabe definir el motivo diciendo que es un excitante exterior bajo cuyo influjo nace al momento una imagen en el cerebro, imagen por cuya mediación cumple la voluntad el efecto propio, que es una acción vital extrínseca.»
Schopenhauer afirma además, que de todas las representaciones que puede llegar a tener, sólo la representación de su cuerpo tiene doble dimensión; el aspecto interno y subjetivo y el externo y objetivo, que cuando percibe la luna o la mesa, por ejemplo; no encuentra ningún acceso directo al interior de estos objetos. «El mundo es como el individuo —dice— por todas partes voluntad, por todas partes representación y, fuera de esos elementos, no queda ningún residuo.»
Por lo demás, este filósofo caracteriza el aspecto interno de las cosas como voluntad. Este aspecto interno es lo que le incumbe a la metafísica, el ser de las cosas, o en términos de Kant, las cosas en sí mismas.

EL PESIMISMO FILOSÓFICO
El pesimismo de  Schopenhauer, creemos que está relacionado con la frustración generalizada provocada por el fracaso de la ilustración. Esta pretendía resolver todos los problemas del hombre. Dar una explicación clara y definitiva de todas las cosas, además de que pretendían obtener el dominio de la naturaleza; y en la noción de un progreso indefinido, los filósofos de tal tendencia, vislumbraban un final feliz.
A ese optimismo exagerado de los ilustrados, Schopenhauer no le encontró razón de ser, por tal motivo, creemos que se fue al otro extremo, o sea, a adoptar un pesimismo digno de oponérselo al optimismo de los ilustrados. Con esta postura, además de su actitud vitalista e irracionalista, le da inicio al principio del fin del predominio de la razón, como esencia del ser humano. Era esta la que lo distinguía del animal.

En la modernidad, la razón aún era considerada la esencia del  ser humano, pues, esta estaba distribuida de un modo equitativo entre los individuos.
 Las actitudes irracionalistas eran vistas como desviaciones de la naturaleza humana, pero Schopenhauer desconoció a la razón como esencia del ser humano y proclamó el «querer» como verdadera esencia de éste. Y desde entonces, el mundo empezó a mostrarse impredecible.  Schopenhauer se percató de que el mundo era un lugar inapropiado. Animado por fuerzas oscuras. El individuo estaba a merced de las vicisitudes de estas fuerzas oscuras, y es en virtud de esta percepción, además de la frustración provocada por la ilustración —como dijimos más arriba— que él adopta semejante pesimismo.
 Los siguientes fragmentos, extraídos de «El mundo como voluntad y representación», sintetizan esta visión pesimista del mundo:
 Primer fragmento:
«La base de todo querer es la falta de algo: El sufrimiento. Por su origen y por su esencia, la voluntad está condenada al dolor. Cuando ha satisfecho todas sus aspiraciones siente un vacío aterrador, el tedio; es decir, en otros términos, que la existencia misma se convierte en una carga insoportable.»
Segundo fragmento:
«El aburrimiento no es un mal que se deba tener en poco; deja en el rostro la huella de una verdadera desesperación. Hace que seres como los hombres, que tan poco se aman, se busquen unos a otros, siendo por esto el origen de la sociabilidad.»
Tercer fragmento:
 «Así continuamos hasta el infinito, lo que es más raro y ya supone una cierta fuerza de carácter, hasta que encontramos un deseo que no podemos satisfacer ni renunciar; entonces poseemos en cierto modo lo que anhelamos, a saber: algo a lo que podemos achacar siempre el ser la causa de nuestros dolores, en vez de acusar a nuestro propio ser».

INFLUENCIA DEL HINDUISMO
Todo creador y de hecho, todo filósofo, tiene sus propias fuentes y Schopenhauer tiene una de sus fuentes en la filosofía oriental.
Los románticos llevaron adelante la labor iniciada por Vico de rescatar el mito para la cultura humana. Realizaron una vasta labor de traducción de textos orientales. La lectura por parte de Schopenhauer de algunos de tales textos, sobre todo aquellos que correspondían al pensamiento hindú, provocaron en él, reflexiones importantes que se reflejarían después en su concepción filosófica.
 Las upanisad sostienen que la materia no es más que apariencia. Que es preciso levantar el velo de maya —ilusión— que cubre la realidad para conocerla como verdaderamente es y contemplar lo absoluto, lo divino.
Yo también —debió pensar Schopenhauer— creo que el mundo es dual y que tiene dimensiones subjetivas y dimensiones objetivas. La dualidad: «apariencia y realidad» se inicia con Platón y viene de Kant a Schopenhauer. Kant no ignora tampoco la filosofía hindú. No es por simple vanidad que Schopenhauer reconoce en Platón y en Kant a sus predecesores.
Resulta significativa por otra parte, la semejanza que sale a relucir de la primera y segunda nobles verdades del Buda con los conceptos pesimistas de Schopenhauer, pues la primera reza:
«La vida es sufrimiento y dolencia. Nacimiento, enfermedad, muerte. Carencia de lo que se desea y posesión de lo que no se desea, tienen un nombre en común: el dolor.
 La segunda dice: El sufrimiento es causado por el anhelo o el apego».
Schopenhauer para principiantes, pag. 44.﴿

Schopenhauer declara por su parte que la esencia de la vida es dolor. Que hay un perpetuo anhelar del ser humano y que siendo éste la manifestación más perfecta de la voluntad de vivir, es al mismo tiempo el ser que tiene más necesidades. Para él, el absoluto es voluntad. En ella está contenido cada uno de los seres del mundo, así como cada uno de ellos la contiene a ella. Y para las corrientes —casi todas— del pensamiento hindú, el absoluto es el todo. Aquello en que todo está contenido y que a su vez, cada ser particular, lo contiene también a él en su totalidad.

Dice nuestro filósofo:
«Los hombres seducidos por la ilusión de la vida individual son esclavos del egoísmo. Toman de las cosas motivos siempre renovados para desear y querer. Los que penetran en la esencia de las cosas en sí, llegan al descanso de todo deseo, ven en las cosas no motivos sino quietismo, motivos de reposo, de abandono y de renuncia».
 Schopenhauer para principiantes, pag. 109﴿
En términos de nuestro filósofo, cuando un individuo se percata de que la vida es puro afán de afirmación, tal individuo ha de comprender también, que la única salida que le queda es renunciar a los deseos, renunciar a la acción voluntariamente.
No sólo negamos nuestra individualidad negando nuestros deseos, sino que al hacerlo negamos también la mera voluntad de vivir.
La única salida digna que nos queda, es acabar con el origen del sufrimiento, es decir, negar aquello que nos domina: la voluntad de vivir, el apetito, el deseo, el sexo.



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