INTRODUCCION
Para empezar, he de adelantarles que
mi ponencia no pretende ser una demostración de erudición filosófica, mucho
menos un retrato depurado de este insigne filósofo, sólo pretendo compartir con
ustedes algunos rasgos de su concepción filosófica.
Schopenhauer es un filósofo
increíblemente particular. Un filósofo multidimensional, y mi esfuerzo
consistió precisamente, desde mi punto de vista, en enfocar algunas dimensiones de su
filosofía. A cada uno de mis enfoques, para evitar en lo posible que sea una
disertación confusa, le he antepuesto un título.
CONTEXTO
FILOSÓFICO
Podemos reconocer en Schopenhauer, al
primer filósofo vitalista y al primer filósofo irracionalista. Es el iniciador
de la crítica de la modernidad. Schopenhauer es moderno y contemporáneo a la
vez. Moderno en el sentido en que, como todos los modernos, emprende la
búsqueda incesante de una verdad objetiva: los
que se ocupan en filosofía ―dice― no
persiguen otra cosa que la verdad. Y asume además, un fundamento último de
la realidad. El fundamento que él asume lo llama voluntad de vivir en los seres
vivos y en la naturaleza en general dicha voluntad según él, se manifiesta como
una fuerza ciega que lo afecta todo. Que no está limitada por el
espacio-tiempo. Que es la cosa en sí. Lo único real en sentido estricto. Dice
que es esta fuerza ciega que determina la materia y el mundo de las cosas
fenoménicas.
Citamos
literalmente lo que afirma nuestro filósofo a este respecto:
«El mundo como cosa en sí, es una gigantesca
voluntad que no sabe lo que quiere,
pues no sabe sino que quiere, dado que es voluntad y nada más, que voluntad.»
En esto, precisamente, radica su irracionalismo
e incluso, su subjetivismo.
El contexto en que desarrollaba su actividad
filosófica Schopenhauer, todos los filósofos que sobresalían eran racionalistas
―con excepción quizá, sólo del danés Kierkegaard, quien sienta las bases de la
filosofía existencial y que es al igual que Schopenhauer, enemigo acérrimo de
Hegel, el más prominente del racionalismo moderno. Ambos rechazaron con
vehemencia su famoso principio que reza:
«Lo que es real es racional y lo que es racional es real.»
Pero
es justo también, que reconozcamos en Schopenhauer al primer crítico de la
modernidad como visión general del mundo. Dice que: «El querer está por encima de la razón, que el hombre está manejado por
sus apetitos, porque es principalmente voluntad de vivir.»
No
podemos pasar desapercibidos tampoco que, Schopenhauer es contemporáneo del
romanticismo. En su concepción general del mundo y de la vida, se percibe su
parentesco con este movimiento literario. Los románticos también, al igual que él
y Kierkegaard reaccionaron negativamente frente al idealismo trascendental de
Hegel: «¡viva el arte, viva el sentimiento!», era en parte la proclama
romántica.
Pero además, Schopenhauer estableció una
relación amistosa con Goethe, figura cumbre del romanticismo alemán, pero ésta
fue fugaz. Después que éste lo felicitara por su tesis doctoral. —La cuádruple
raíz del principio de razón
suficiente— «Leí tu tesis –le dijo-. Debo reconocer que he quedado impresionado por la
inteligencia que posees a pesar de tu juventud.»
Schopenhauer creyó que encontraría en el
coloso de la literatura universal a un amigo incondicional. Entusiasmado,
pensando en que tendría una respuesta similar a la anterior, en cuanto dio por
terminada su teoría sobre «La visión y los colores.» Le envió el manuscrito,
pero el joven filósofo, sufrió una desilusión cuando Goethe, en una actitud
clásica de viejo consagrado, le regresó su manuscrito, sin ni siquiera
agregarle una nota.
Por
lo demás, él había conocido al gran poeta, en unas tertulias literarias, que se
realizaban en una especie de cafetín literario que había establecido su madre
en la ciudad de Weimar. Ciudad que era considerada por ese entonces, el centro
cultural de Europa y donde se había ido a vivir con su madre, después que murió
su padre, pues allí acudían las grandes figuras filosóficas, literarias y
artísticas del momento, que residían en tal ciudad. En ese tiempo, él contaba
con apenas veintiséis años de edad. El caso es que, tal desaire, puso fin a esa
amistad pasajera.
Tiempo
después, el gran músico Richard Wagner expresaría que la doctrina de
Schopenhauer fue un regalo del cielo para él. Y a pesar de que Schopenhauer le
dijo a Wagner en cierta ocasión, que dejara de hacer música y se dedicara a la
poesía, este siguió admirando su filosofía hasta el fin de su vida.
RELATIVIDAD DEL MUNDO COMO
REPRESENTACIÓN
«El
mundo es mi representación». Así empieza Schopenhauer, la primera parte de «El
mundo como voluntad y representación.»
Con esto quiere significar que el mundo, tal como lo vemos, es una creación de
nuestra mente, que las cosas que vemos, las que tocamos, son en realidad
representaciones en nuestra cabeza, o sea que, el ser de las cosas depende de
quién las perciba.
Esta relatividad de las cosas es un
aspecto esencial en el mundo como representación. No es posible pensar un mundo
de representaciones sin sujetos que perciban las cosas que lo constituyen. En
un mundo tal, se vuelve indispensable la existencia de seres capaces de
representación. Las cosas no existen en tanto no son percibidas por un sujeto.
Las cosas por lo contrario, presuponen al sujeto. Dice Schopenhauer:
…«toda
causalidad sólo existe en el entendimiento y por el pensamiento; por tanto,
aquel mundo completamente real, es decir, activo, está siempre como tal
condicionado por el entendimiento y sin él no es nada. Pero no sólo por esto,
sino porque ningún objeto se puede pensar sin sujeto sin caer en contradicción,
debemos negar al dogmático que declara o interpreta la realidad del mundo
exterior como independiente del sujeto, que tal realidad pueda existir. El gran
universo de los objetos es siempre representación, y precisamente por esto está
condicionado perpetuamente por el sujeto.
Todo
lo que constituye parte del mundo, tiene forzosamente por condición un sujeto,
y no existe más que por el sujeto»
Esta visión schopenhaueriana
de que las cosas no existen si no hay un sujeto que las perciba, es un aspecto
predominante entre los filósofos contemporáneos. Por esto afirmamos al inicio
que, Schopenhauer, además de moderno, es también contemporáneo. La diferencia
estriba en que, los filósofos contemporáneos afirman que no hay más mundo que
éste. Que el único mundo real es el mundo fenoménico y que debido a su
relatividad, es un mundo de versiones múltiples. En cambio, para Schopenhauer,
además del mundo fenoménico —igual que piensa Kant— cree que hay un mundo real
y verdadero, independiente del sujeto, el mundo de las cosas en sí mismas para
Kant, en tanto que para Schopenhauer, el mundo real y verdadero es una fuerza
ciega, instintiva —voluntad— que está detrás de cada cosa que vemos. Una fuerza
ciega que todo lo invade. Y que el mundo como representación es determinado por
esta fuerza ciega.
Hablaremos más de
este elemento metafísico de la filosofía de nuestro filósofo, cuando abordemos
el aspecto subjetivista de «El mundo como voluntad.»
IRRACIONALISMO
Y VITALISMO
La visión schopenhaueriana del mundo, podemos
calificarla, además de vitalista, de irracionalista: «la esencia del mundo es voluntad» —dice—. Fácilmente, a través de
todo el libro de «El mundo como voluntad», percibimos una abundancia de
conceptos irracionalistas. Creemos que en los siguientes fragmentos de este
libro, está sintetizada toda la irracionalidad que radica en el mundo
metafísico de Schopenhauer.
Primer
fragmento:
«La
irracionalidad de la voluntad se ha reconocido también en su manifestación más
elevada, es decir, como voluntad del hombre al decir que ésta es libre,
independiente. Pero se ha olvidado la necesidad a que los fenómenos de la
voluntad están siempre sujetos, y se han considerado libres los actos del
hombre, no siéndolo en realidad, pues cada una de sus resoluciones se sigue
necesariamente de su propio carácter bajo el influjo de los motivos.»
Segundo fragmento:
«…vemos que la voluntad en el último escalón
se manifiesta como un esfuerzo ciego, como un impulso oscuro y vago,
desprovisto de todo conocimiento. Esta es la forma más sencilla y débil de su
objetivación. En todo el mundo inorgánico la vemos aparecer también en esa
misma forma de impulso ciego y de tendencia inconsciente».
Creemos además, que el irracionalismo
de Schopenhauer es de carácter humanista, pues no encontramos en su concepción
filosófica ninguna entidad que haya sido ubicada por encima del hombre, es este
el único ser capaz de conocer y el único con capacidad de representación.
Creemos también, que en ningún filósofo
se manifiesta la fuerza vital más intensa que en Schopenhauer. Se percibe en
sus verbalizaciones, un sufrimiento que caracteriza a las conciencias más
desarrolladas, dice que: «vivir es
sufrir. Que la esencia de la vida es dolor». Pero sin embargo, cree que:
«Cada
uno de nosotros defiende su vida como si fuera un precioso depósito y se
consume entre los cuidados y tormentos que cuesta el conservarla. Ignora el
porqué y el para qué. No conoce la recompensa; admite a ojos cerrados y bajo
palabra, que el premio tiene un gran valor, pero ignora en qué consiste.»
Vitalistas
son todas aquellas posturas filosóficas que valoran la vida por encima de
cualquier otra cosa y se definen a estas filosofías como filosofías de la vida.
La valoración que hace de la vida
Schopenhauer, a pesar de su carga pesimista, lo convierte en un filósofo de la
vida. No encontramos nada en su filosofía, que sea valorado por encima de la
vida.
Thomas Mann,
novelista del siglo xx, y con fuertes afinidades con él, define su filosofía de
la siguiente manera:
«La de
Schopenhauer es una concepción artística del mundo: participa el hombre entero,
con su cabeza, su corazón y sus sentidos. Es una imagen concebida con pasión,
una imagen vivida y sufrida con la totalidad del ser humano que lleva,
misteriosamente, el cuño de lo bello.» Y más adelante agrega:
«Más que
una filosofía, la de Schopenhauer es una novela del espíritu: lleno de tensiones, su relato filosófico oscila entre
contrastes violentos, entre el instinto y el espíritu; entre la pasión y la
redención.» ﴾Schopenhauer para principiantes, pag. 118.﴿
No sería
justo si no reconocemos también en Schopenhauer, al precursor de las corrientes
contemporáneas. Fue él quien preparó el camino para el advenimiento del profeta
de la filosofía contemporánea. Fue un discípulo suyo. Nietzsche, con la fuerza
avasalladora que caracteriza su filosofía, quien enterró de una vez por siempre
las ideas más pretenciosas del racionalismo moderno.
Nietzsche, en su primera etapa, que es
una etapa metafísica, estuvo influenciado intensamente por la doctrina
schopenhaueriana, en esta época, Nietzsche aún creía en una verdad objetiva,
una verdad que estaba fuera de él y que era preciso buscarla sin descanso y que
esta búsqueda, no debía ser por ningún motivo negociable. Y se refiere en «De Schopenhauer como educador.» —un
ensayo dedicado al maestro— a los filósofos que aceptan cargos en el estado, en
los siguientes términos.
«Así
pues, quien acepta ser filósofo por cuenta del Estado, también tendrá que
aceptar que éste lo considere a él como alguien que ha renunciado a perseguir
la verdad hasta el último de los recovecos. Por lo menos, mientras lo
favorezcan y ocupe su cargo, tendrá que reconocer que existe algo por encima de
la verdad: el Estado.»
Pero Nietzsche experimenta un cambio
en su postura filosófica, abandona la idea de que haya una verdad objetiva, la
cual era preciso buscarla allí afuera. Esto implicaba el abandono también de
toda noción metafísica en sentido fuerte y tal actitud trajo como resultado la ruptura
de un modo violento con las ideas inculcadas por su amado maestro —a través de «El
mundo como voluntad y representación»— e inicia la guerra generalizada contra
la modernidad. No quedan sobrevivientes ante la furia de su pensamiento. La
ética de su maestro es tan peligrosa como el optimismo científico. La
decadencia y el nihilismo de Schopenhauer y Wagner deben ser atacados sin
clemencia. Con el martillo en mano. Y alza su voz para decir:
«Me
di cuenta de que el retorno al origen es parte de la enfermedad. ¡Postular una
unidad es una debilidad! Si sigo la pista de los grandes valores y demuestro
que es azaroso y hasta ridículo, muestro que son banales, y que no hay verdad
en ellos…»
En cuanto a la verdad, dice Nietzsche,
ya liberado del todo de los esquemas metafísicos:
«Es
una hueste de metáforas en movimientos, metonimias, antropomorfismos, en
resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas
y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un
pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de
las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin
fuerza sensible, monedas que han
perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como
metal».
SUBJETIVIDAD
EN EL MUNDO COMO VOLUNTAD
Schopenhauer, coincide con sus contemporáneos
al creer que el misterio del mundo es inmanente. Lo esencial está en el mundo
mismo, en su interior, y no como postula la tradición, fuera de él,
trascendiéndolo. O sea que, en este sentido Schopenhauer es subjetivista, en el
mismo sentido que lo son sus contemporáneos.
Pero a diferencia de los racionalistas que
creían que el misterio del mundo podía ser descifrado con y sólo con la ayuda
de la razón, él cree que bastaría con mirar dentro de nosotros. Es decir, que,
si podemos llegar a lo más íntimo de nosotros mismos, estaríamos conociendo la
esencia de las cosas.
Schopenhauer afirma por otra parte, que de
todas las cosas que lo rodean excepto su cuerpo, sólo conoce un aspecto: el de
la representación. Que su esencia
interior es un misterio para él.
Los racionalistas y los empiristas modernos, heredaron
de la tradición, la noción de que el mundo era como era porque no podía ser de
otra manera, y que podía ser conocido por la razón, según los racionalistas o
por la percepción sensorial, según los empiristas.
Schopenhauer
dice por su parte: si el mundo es como es, es porque la voluntad es como es. Lo
quiere así, porque ella también es como es, y que lo eterno e indestructible en
el hombre, lo que forma en él el principio de vida, no es el alma, sino que es
el radical del alma: la voluntad, y que esta voluntad es la esencia en sí, que
se manifiesta primeramente en la representación como un cuerpo orgánico y que
sólo en la representación se le da a cada uno el cuerpo como algo extenso,
articulado, orgánico, no fuera ni inmediatamente en la propia conciencia y que
las acciones del cuerpo no son más que los actos de la voluntad.
Dice también que la verdadera metafísica nos
enseña que eso mismo físico no es más que producto o más bien manifestación de
algo espiritual —la voluntad— y que la materia misma está condicionada por la
representación, en la cual tan sólo existe.
Transcribimos literalmente el
siguiente párrafo de, «Sobre la voluntad
y la naturaleza», versión digital:
«Albedrío
se llama la voluntad cuando la alumbra el intelecto, siendo por lo tanto, las
causas que le mueven a motivos, es decir, representaciones, lo cual, expresado
objetivamente, quiere decir que la influencia del exterior, que es lo que
ocasiona el acto, se mediatiza por un cerebro. Cabe definir el motivo diciendo
que es un excitante exterior bajo cuyo influjo nace al momento una imagen en el
cerebro, imagen por cuya mediación cumple la voluntad el efecto propio, que es
una acción vital extrínseca.»
Schopenhauer
afirma además, que de todas las representaciones que puede llegar a tener, sólo
la representación de su cuerpo tiene doble dimensión; el aspecto interno y
subjetivo y el externo y objetivo, que cuando percibe la luna o la mesa, por
ejemplo; no encuentra ningún acceso directo al interior de estos objetos. «El mundo es como el individuo —dice— por
todas partes voluntad, por todas partes representación y, fuera de esos elementos,
no queda ningún residuo.»
Por
lo demás, este filósofo caracteriza el aspecto interno de las cosas como
voluntad. Este aspecto interno es lo que le incumbe a la metafísica, el ser de
las cosas, o en términos de Kant, las cosas en sí mismas.
EL
PESIMISMO FILOSÓFICO
El
pesimismo de Schopenhauer, creemos que está
relacionado con la frustración generalizada provocada por el fracaso de la
ilustración. Esta pretendía resolver todos los problemas del hombre. Dar una
explicación clara y definitiva de todas las cosas, además de que pretendían
obtener el dominio de la naturaleza; y en la noción de un progreso indefinido,
los filósofos de tal tendencia, vislumbraban un final feliz.
A
ese optimismo exagerado de los ilustrados, Schopenhauer no le encontró razón de
ser, por tal motivo, creemos que se fue al otro extremo, o sea, a adoptar un
pesimismo digno de oponérselo al optimismo de los ilustrados. Con esta postura,
además de su actitud vitalista e irracionalista, le da inicio al principio del
fin del predominio de la razón, como esencia del ser humano. Era esta la que lo
distinguía del animal.
En
la modernidad, la razón aún era considerada la esencia del ser humano, pues, esta estaba distribuida de
un modo equitativo entre los individuos.
Las actitudes irracionalistas eran vistas como
desviaciones de la naturaleza humana, pero Schopenhauer desconoció a la razón
como esencia del ser humano y proclamó el «querer» como verdadera esencia de
éste. Y desde entonces, el mundo empezó a mostrarse impredecible. Schopenhauer se percató de que el mundo era un
lugar inapropiado. Animado por fuerzas oscuras. El individuo estaba a merced de
las vicisitudes de estas fuerzas oscuras, y es en virtud de esta percepción, además
de la frustración provocada por la ilustración —como dijimos más arriba— que él
adopta semejante pesimismo.
Los siguientes fragmentos, extraídos de «El
mundo como voluntad y representación»,
sintetizan esta visión pesimista del mundo:
Primer fragmento:
«La base de todo
querer es la falta de algo: El sufrimiento. Por su origen y por su esencia, la
voluntad está condenada al dolor. Cuando ha satisfecho todas sus aspiraciones
siente un vacío aterrador, el tedio; es decir, en otros términos, que la
existencia misma se convierte en una carga insoportable.»
Segundo fragmento:
«El aburrimiento no
es un mal que se deba tener en poco; deja en el rostro la huella de una
verdadera desesperación. Hace que seres como los hombres, que tan poco se aman,
se busquen unos a otros, siendo por esto el origen de la sociabilidad.»
Tercer fragmento:
«Así continuamos hasta el infinito, lo que es
más raro y ya supone una cierta fuerza de carácter, hasta que encontramos un
deseo que no podemos satisfacer ni renunciar; entonces poseemos en cierto modo
lo que anhelamos, a saber: algo a lo que podemos achacar siempre el ser la
causa de nuestros dolores, en vez de acusar a nuestro propio ser».
INFLUENCIA
DEL HINDUISMO
Todo
creador y de hecho, todo filósofo, tiene sus propias fuentes y Schopenhauer
tiene una de sus fuentes en la filosofía oriental.
Los
románticos llevaron adelante la labor iniciada por Vico de rescatar el mito para la cultura humana. Realizaron una
vasta labor de traducción de textos orientales. La lectura por parte de
Schopenhauer de algunos de tales textos, sobre todo aquellos que correspondían
al pensamiento hindú, provocaron en
él, reflexiones importantes que se reflejarían después en su concepción
filosófica.
Las
upanisad sostienen que la materia no es más que apariencia. Que es preciso
levantar el velo de maya —ilusión— que cubre la realidad para conocerla como
verdaderamente es y contemplar lo absoluto, lo divino.
Yo
también —debió pensar Schopenhauer— creo que el mundo es dual y que tiene
dimensiones subjetivas y dimensiones objetivas. La dualidad: «apariencia y
realidad» se inicia con Platón y viene de Kant a Schopenhauer. Kant no ignora
tampoco la filosofía hindú. No es por simple vanidad que Schopenhauer reconoce
en Platón y en Kant a sus predecesores.
Resulta
significativa por otra parte, la semejanza que sale a relucir de la primera y segunda nobles verdades del Buda
con los conceptos pesimistas de Schopenhauer, pues la primera reza:
«La vida es
sufrimiento y dolencia. Nacimiento, enfermedad, muerte. Carencia de lo que se
desea y posesión de lo que no se desea, tienen un nombre en común: el dolor.
La segunda dice: El sufrimiento es causado por
el anhelo o el apego».
﴾Schopenhauer
para principiantes, pag. 44.﴿
Schopenhauer
declara por su parte que la esencia de la vida es dolor. Que hay un perpetuo
anhelar del ser humano y que siendo éste la manifestación más perfecta de la
voluntad de vivir, es al mismo tiempo el ser que tiene más necesidades. Para él,
el absoluto es voluntad. En ella está contenido cada uno de los seres del
mundo, así como cada uno de ellos la contiene a ella. Y para las corrientes —casi
todas— del pensamiento hindú, el absoluto es el todo. Aquello
en que todo está contenido y que a su vez, cada ser particular, lo contiene
también a él en su totalidad.
Dice
nuestro filósofo:
«Los hombres
seducidos por la ilusión de la vida individual son esclavos del egoísmo. Toman
de las cosas motivos siempre renovados para desear y querer. Los que penetran
en la esencia de las cosas en sí, llegan al descanso de todo deseo, ven en las
cosas no motivos sino quietismo, motivos de reposo, de abandono y de renuncia».
﴾Schopenhauer para principiantes, pag. 109﴿
En
términos de nuestro filósofo, cuando un individuo se percata de que la vida es
puro afán de afirmación, tal individuo ha de comprender también, que la única
salida que le queda es renunciar a los deseos, renunciar a la acción
voluntariamente.
No
sólo negamos nuestra individualidad negando nuestros deseos, sino que al
hacerlo negamos también la mera voluntad de vivir.
La
única salida digna que nos queda, es acabar con el origen del sufrimiento, es
decir, negar aquello que nos domina: la voluntad de vivir, el apetito, el
deseo, el sexo.
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